Regálame tus dientes blancos antes de cepillar y también tu voz torcida por la risa que te roba el aire. No quiero oír el sonido ya de tus lagrimas al chocar con el suelo de los recuerdos agrios; si es preciso hacerte cosquillas no te las vas a acabar, porque no me importa que me dejes sordo con tu risa de hiena loca, te voy a hacer reír, sacar las mentiras que guardaste en aquel cajón; no, no quiero ya que mojes mis hombros, vamos a buscar chistes entre los escombros de tu casita de mentiras sembradas a escondidas. Lávate los dientes porque me quiero deslumbrar, no me quiero ir sin oír tu risa y sin bailar; la prefiero más que una misa entera en mi funeral, te voy a hacer reír con las cosquillas de la pluma hasta que tus uñas se bañen con mi sangre aunque sea mentira que no tienes hambre.
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